Ves que la situación se te va de las manos y no puedes hacer nada, y
antes de que te la pegues, ya estás gritando; Y gritas porque te la
vas a dar, no porque te duela, que ya te dolerá después. Pero gritas.
Pues eso es lo que sentí cuando fui diciendo, una tras otra, las
frases en aquella habitación. Según iba deletreando, me iba diciendo,
letra a letra, fonema a fonema: "Estoy metiendo la pata, la cago,
la cago...", y dices otra letra que conduce al final de la frase,
y sabes que la estás cagando, pero sigues pronunciando la frase, y
añades otro fonema más y completas una sílaba y añades otra sílaba y
otra. Y cuando acabé de decir la última letra de la última sílaba de
la última palabra de la frase, me dije: "La cagué".